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En la corriente "antropocéntrica" se inscriben muchas de las ideas conservacionistas de nuestro tiempo, en las que se defiende la idea de la conservación y desarrollo de los bienes naturales, pero en un marco ético que juzga a la Naturaleza esencialmente como recurso al servicio del desarrollo humano.
El "antropocentrismo" es, en realidad, el exponente del máximo desarrollo de la ética tradicional al ocuparse de la relación humanidad - medio ambiente. En efecto, en esta ética todo el mundo inanimado y los seres vivos (animales y plantas) quedan fuera del campo de las relaciones morales con los humanos.
Otra de las manifestaciones de la actitud antropocéntrica es el excesivo "androcentrismo", el cual masculiniza la relación del ser humano con la Naturaleza. Nos referimos así a la secular identificación de la mujer con la Naturaleza, seguramente por ser ambas "invisibles" a la economía, en la medida en que tanto los bienes naturales como el trabajo que las mujeres hemos desarrollado tradicionalmente, no han tenido un precio en el mercado.
En el discurso "androcéntrico" de la economía, la contribución material de las mujeres ha sido silenciada durante mucho tiempo, del mismo modo que a la contribución material de la Naturaleza se le ha dado un valor cero.
Desde algunos planteamientos "ecofeministas", se considera que la recuperación del protagonismo de valores considerados tradicionalmente femeninos, podría ser un elemento positivo que coadyuvase a la salida de la crisis. Bien entendido que tales valores "femeninos" no son exclusivos de las mujeres y pueden ser adoptados y puestos en práctica tanto por mujeres como por hombres, en un movimiento de avance colectivo hacia un Nuevo Paradigma Ambiental (Sociología ambiental).
No cabe duda que la aceptación de un "antropocentrismo débil o sabio", vendría a contribuir enormemente a la modificación de las conductas colectivas sobre el entorno. La mayor dificultad estriba en que no es fácil desligar los "intereses sentidos" de los "intereses ponderados o meditados". Las personas tendemos a justificar, con nuestros supuestos razonamientos racionales, los deseos profundos que experimentamos, nuestras pulsiones de dominio, placer etc.
"San Francisco, el más grande revolucionario de la espiritualidad en la historia occidental, planteó una representación cristiana alternativa de la Naturaleza y de las relaciones con ella; trató de sustituir la idea de dominio ilimitado del hombre sobre lo creado por la idea de igualdad de todas las criaturas, incluso el hombre" (White, 1967).
El esfuerzo por avanzar en la dirección del Biocentrismo, supone un verdadero cambio de rumbo. Se trataría, en definitiva, de que el ser humano, siendo con es el único ser capaz de poseer el universo moral y de decidir su destino, adoptase una ética que no supondría para él otra cosa que decidir ese destino en solidaridad con el mundo del que forma parte.
En el amplio marco de los planteamientos biocéntricos destaca una corriente de pensamiento denominada "ecología profunda". Surge de las ideas del filósofo Arne Naess, quien acuñó el término en un trabajo publicado en 1973. En su escrito, Naess planteaba la necesidad de mayor aproximación moral entre los seres humanos y la vida no humana.
"El estudio de nuestro lugar en la casa Tierra comprende una indagación sobre nosotros mismos, en cuanto parte de un todo orgánico" (Devall/Sessions, 1989).
Fuente:
Jáuregui, P. (2013). "Fundamentos de la Educación Ambiental". Material para Magíster en Educación Ambiental, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile.
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