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miércoles, 11 de junio de 2014

UNA MIRADA HACIA NOSOTROS MISMOS



Imagen fuente propia



Bienvenid@s!

Hoy quiero dejarles una reflexión acerca de la relación que tenemos, como seres humanos, con la Naturaleza.

En este recorrido indagatorio hacia el ámbito en que se generan nuestros valores, podríamos preguntarnos de qué modo nos percibimos en relación con la Naturaleza. La respuesta más frecuente es que las personas sienten que están "frente a" o, como mucho, "con" la Naturaleza. Es decir, quienes responden así a esta pregunta expresan en convencimiento de no pertenecer al complejo sistema llamado Biósfera, sino estar fuera de él para explotarlo, dominarlo o , en el mejor de los casos, conservarlo.

Esta percepción profunda, anclada en el pensamiento occidental, de estar más allá de la Naturaleza, de sus vínculos y restricciones, ha generado un modo de entender el mundo, que explica bastante claramente el momento de crisis a que hemos llegado. Hemos dividido en mundo en 2: nosotros y todo lo que existe. Esa ha sido, sin duda, la causa de muchos de nuestros errores.

Sin embargo, no parece tan difícil que el ser humano pueda percibirse como alguien en la Naturaleza, alguien cuya existencia se debe desarrollar en armonía con las demás especies. Una comprensión de este tipo supone que, en vez de tratar a la Naturaleza como objeto de una disposición posible, se le podría considerar como la interlocutora de una posible interacción. En vez de a la Naturaleza explotada, cabe buscar a la Naturaleza Fraternal (Habermas, 1984).

Entender a la Naturaleza desde esta óptica, como interlocutora en lugar de como objeto, supondría subordinar nuestras acciones técnicas, nuestras formas de transformación del medio, a criterios morales, aceptando la idea de que las necesidades del planeta son las necesidades de la persona y que los derechos de la persona son los derechos del planeta (Roszak, 1984/1989/1992).

Si las ideas de "estar en la Naturaleza" y "comunicarse con ella como sujeto" pudieran parecer contradictorias, cabe reflexionar acerca de la actitud que, paralelamente, desarrollamos con nuestro entorno social: nos sentimos parte de la sociedad, pero, a la vez, no dudamos en encontrar en el amplio espectro de esa sociedad instrucciones, personas, a las que reconocemos como sujetos para un intercambio comunicativo. Consecuentemente, pertenecer a la Tierra no tiene que significar subsumirse en ella, sino concebirse como parte activa de esa totalidad, del conjunto organizado cuya dinámica depende precisamente de la relación armónica que establezcan las partes entre sí y las partes del todo.



Referencias Bibliográficas.

Habermas, J. (1984). Ciencia y técnica como "ideología". Madrid. Tecnos.

Roszak, T. (1984). Personal Planeta. Barcelona. Kairós.


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